17 jul 2017

No soy escritor , siempre fui un desastre con las reglas de sintácticas , semánticas y de ortografía pero les dejo un texto.



Después de 27 años de casados Su dejó a su marido por otro, el marido de Su es Cristóbal kasomir.
Tenían dos hijos, el mayor se había ido a Europa, el menor estaba viviendo con un tal Felix, esta convivencia no era aceptada por Cristóbal quien se había alejado de su padre pero seguía viendo a su madre.
Al escuchar a Su qué le decía secamente que lo dejaba Cristóbal no pronunció palabra, le dijo que mejor se iba él, tomó una valija en la que puso pocas cosas y se fue. Caminó con la valija hasta la estación de Retiro y se tomó un ómnibus a una ciudad del interior, de allí se dirigió a un pueblo muy pequeño y lejano, allí permaneció durante el resto de su vida, con los ahorros que tenia se hizo una casa bastante grande para él, no tenía televisor, ni radio, nada que pudiera recordarle que en algún momento fue un buen costurero y que trabajaba para grandes modistos en Buenos Aires.
Había comprado una máquina de coser y adquirido por un tercero el equipo de un viejo costurero.
No tenía relación con la gente del pueblo solo un peón iba a su casa, siempre lo convidaba con un vasito de vodka del bueno, el peón nunca se negaba, si se hablaba era poco y sobre el clima.
Lo que si fue pasando es que Cristobal fue haciendo ropa primero para el peon y su familiavy luego para otras personas del pueblo, un pueblo de viejos, sin ferrocarril, también para otras personas de otros pueblos. La gente le agradecía a Cristobal con comida o alguna cosita por la vestimenta, él agradecía con pocas palabras, tenia una habitación casi repleta de dulces, mermeladas, yotras chucherías.
Pasaron algunos años y una tarde en la puerta apareció Su, ella toco a la puerta con miedo, Cristobal abrió la puerta y en silencio la invitó a pasar. Le trajo un vaso de agua y se quedó parado, ella quiso decir alguna cosa pero él la paró en seco con una seña de la mano y una expresión en el rostro que no necesitaba palabras.
El la hizo parar y dando vueltas alrededor se dio cuenta de que seguía teniendo una figura esbelta y el tiempo no la había arqueado como lo había hecho con él, además de su oficio era un oficio que doblaba las espaldas, eso lo decía el maestro que lo inició en la costurería.
Ella se sentó nuevamente y él se fue, a la noche preparó algo de comida y le sirvió un plato con una jarra con agua en la mesa que estaba en un living central, él se fue a la cocina y comió allí.
Más tarde acomodo un sofá y trajo mantas y una almohada, y le dijo: mañana a las seis, ella bajo la cabeza y dijo: Cristobal… él no se detuvo y cerró la puerta del living al salir muy suavemente.
A las seis de la mañana él entro al living con el desayuno y le indicó que después de tomarlo fuera al estudio donde trabajaba. Al entrar al lugar Cristobal la tomó con fuerza pero sin violencia y la hizo parar en el medio al lado de un maniquí viejo con base trípode de madera. De una mesa tomo un cuchillo y con fuerza deshizo el maniquí a cuchilladas, cada tanto la miraba a ella, y ella se mantenía quieta, sin temblar. Después de deshacer el maniquí, agitado aun, sacó los pedazos afuera e hizo una hoguera y no se fue de allí hasta que la última tizna se apagó.
Volvió al taller y ella se había sentado, él la miro y ella se levantó de inmediato, la coloco en el centro del taller en el exacto lugar donde estaba el maniquí, tomo las medidas de Su que en realidad sabía de memoria salvo algunos cambios muy pequeños. Volvió a su escritorio y empezó a trabajar, el primer vestido que salió del taller se lo regaló al peón para una de sus hijas, le dijo que cualquier arreglo por el talle se lo arreglaría, el peón sonrió y le dijo que estaría muy bien y se retiró agradeciendo.
Esa tarde descanso y cocinó algo diferente con una gallina que le habían traído, a ella le dio un cuchillo, le dio la espalda y la mando a matar a la gallina, del resto se encargó él. Cenaron como siempre desde que ella llegó y así sería, ella en el living y él en la cocina. Después de levantar la mesa la miraba y como le dijo desde que ella llegó:
-Sabes que dejo la puerta sin llave
Y se retiraba sin saludar.
Desde el primer día aclaro que trabajaba de ocho a doce y de dos a seis de la tarde, incluso los sábados. Ella en el centro parada inmóvil y el haciendo, probando los cortes sobre su cuerpo, su maniquí desde principio a fin de las prendas que confeccionaba, ella intentó hablar un par de veces pero la mirada de Cristóbal detenía sus labios antes de que cualquier palabra se animara a salir. El la conocía tanto, sabia cuando decirle: Andá al baño, sentate un rato, andá y disfruta del sol por un rato, ella sabía cuánto duraba ese rato y volvía al taller.
Un día le dijo: este vestido es para vos, lo coloco al lado de ella y volvió al trabajo sin decir más nada.
De la casa de Cristóbal salieron muchos vestidos, incluso llegaron a muchos pueblos, algunos muy alejados. El peón pasaba cada dos semanas y los recogía, cada vestido tenía una etiqueta que decía “Su”, el peón sabía que Cristóbal estaba con alguien más en la casa pero sabía mejor que al señor Cristobal no le gustaban las preguntas y él era peón viejo que sabe.
Unos años después el peón, en abril el peón se fue saludando con cierta tristeza y no volvió a la casa, todos los vestidos se fueron haciendo viejos y se usaban para la casa no para salir los domingos a caminar, todos salvo uno muy colorido que había guardado el peón en su ropero, bien doblado y protegido con un forro de seda negro

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